Tanto, en no mirar lo que me frene.
Dejar de fijarme en lo que me resta y enfocarme en lo que me sirva. 
No habia hallado el amor en aquel
No hallé el amor en mi familia
No hallé el amor en mí tampoco en ese momento.
Hoy, he avanzado tanto, emocionalmente.
Que nisiquiera recuerdo mi antigua creencia central y la que creo recordar no me la creo.
Soy un adulto. Ser adulto es reconocer que aquello que uno no tiene y/o tiene, en todo ámbito, es responsabilidad de uno. 
Más hubo un instante en el que me tuve que detener, contarle a mi madre que no podía seguir viviendo bajo el mismo techo con la amargura nebulosa que mi padre despide.
Me he vuelto más dura y menos sensible, capaz de no botar ni una lágrima y sobrellevar los ojos aguados. 
No lo sé. Me sorprendió no llorar por lo que dije pero más llorar por lo que ella me dijo a mí.
Me sorprendió hallar el sitio al que hacía años no iba, no estuve, me olvidé que existía: el regazo de mi madre.
Me sentí niña en un instante, querida, segura, todo.
¿Cómo un vínculo puede ser tan fuerte?
Tan fuerte, que solo me quería quedar contemplando y sintiéndolo. 
Cómo puede un espacio, al llegar, recordarte lo reconfortante, cálido y único en todo el planeta que es. 
Me enfoqué tanto en ser adulta, crecer, amarme yo, avanzar yo, ser independiente que prácticamente olvide qué era sentirse ser una hija en el regazo de su madre.
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