Hoy 2024, recuerdo 1994
Estoy en el jardín de mi abuelo,
recuerdo mi familia reunida de una forma, que con él sólo duraría un año más
Las voces, los ecos, el piso, similar al de mi casa con pedacitos de piedra negra y blanca, el color rosado de fondo y patrones repetidos de objetos que aún no podía nombrar
Descubrir las caras de mis tias y tios,
que la cotidianidad empieza a grabar en mi mente pequeña, sus voces de alegría, de apapacho, mi tia Conny, energía bonita.
Ver quién llega, quién va. Un sofá de terciopelo pardo que me seduce por su textura algo suave pero al poner mi nariz me hace estornudar.
Veo a mi abuelo, que aún vive en mi recuerdo, en su sala, donde la luz siempre era baja. Donde el comedor se prendía primero que la sala y donde las cabezas altas solían tapar los focos detrás desde mi perspectiva pequeña. Un tintineo en un ojo y el brillo en sus dientes reflejo de la luz, mi abuelo era luz. O tal vez su amor por nosotros. No lo podría saber porque tenía tan solo 4 años pero nadie lo olvida incluso hoy 2024.
La luz de la sala solo se prendía y apagaba con nuestra llegada y partida. También habían luces de neon verde. Olores, juegos e inocencia de un mundo sin tecnología, ojos que desconocían la adición aun celular, sonrisas de momento presente. El mundo ha cambiado en formas que jamás pudimos ni imaginar en ese entonces.
Mi shampoo en el Bay Club aqui en san Francisco dice Live, laugh, love. Mientras pienso, ¿cómo comparto esto? Este momento de recuerdo lúcido.
¿Cómo se transmite o replica 1994 con fines expositivos? ¿Cómo le contamos a nuestros sobrinos nacidos en 2005 y 2016 sobre cómo nos echaba Chela de su palomar en el tercer piso? Cuán negro o plomo era Sultan I, o II, no lo sé. Cómo era que Chelita era dueña de un jardín público al frente de su casa.
Cómo los juegos con mis benditas, realmente benditas primas porque eran de mi edad y éramos tantas, eran tan bonitos. Con ellas aprendí lo que es jugar, correr, saltar, reír, cogernos las manos, expresarnos sin juicio alguno y relatar cuentos que Chela o el abuelito les contaron a ellas. En mi caso, así me enteraba de las cosas que no me enteré estando en Venezuela.
La casa de mis abuelitos tenía muchos pasadizos los cuales hemos corrido jugando escondidas, chapadas, por los cuales iba a ver a mi tío Johnny por Evelin y Richard por Liz. Tenía varios espacios abiertos para que entre la luz y 2 cordiales escaleras internas; Fue construida con mucho aire, como si el amor del encuentro y la union familiar se hubiese erigido con las paredes. Como si el amor de mi abuelo hubiese sido el arquitecto de ese hogar que tuvimos.
Chelita ha partido, mi última abuelita. El tiempo ha cambiado. El mundo ha cambiado. Seguramente yo también he cambiado. Aunque siempre me quiero con el amor que me dieron. Que me transmitió mi familia. Todos.
Crecí sin saber muchas cosas pero de las primeras que aprendí fue, qué es una familia.
Miro a mi lado y no hay nadie con quien compartir todo esto. Podría decirse que aqui en mente hay soledad, pero también hay inmensidad.
Los siento conmigo.
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